Por Luis Roberto Martínez
Cuando la historia del siglo XX sea escrita, con la
perspectiva de la era en la cual vivimos, seguramente que el impacto que
tuvieron las tecnologías de la comunicación y la recreación u ocio (leisure,
llamado por los angloparlantes) será uno de los grandes temas. La primera mitad
del siglo había transcurrido antes de que se el termino “mass media” fuese
acuñado. Y para el final del siglo, en contraste, la gradual pero efectiva
conjunción entre el entretenimiento y las telecomunicaciones se habría convertido
en la base fundacional del nuevo milenio. Por favor inclúyanse las llamadas
redes audiovisuales sociales, twitter, facebook, myspace, tuenti, sónico, Hi5,
entre tantos, muchos otros.
Entre las que se pueden destacar, a primera mano, están dos
transformaciones fundamentales. Primero, las noticias y el entretenimiento se
han individualizado pero igualmente son la misma fuente. Ya no es necesario
coordinar para “disfrutar” de información esotérica. Los nuevos equipos
electrónicos, desde comienzo de los años 1980, con el walkman, especificó la
experiencia de escuchar música. Y para los años 1990 Latinoamérica conoció
Directv e internet, otra manera de explorar, explotar y proveer selecciones
particulares de información. Este diseño tecnológico permitió el consumo, hecho
a la medida, de información y entretenimiento en privado, inclusive totalmente
solo, alejado del grupo.
Al comienzo del siglo, el entretenimiento era disponible, a
bajo costo, en sitios públicos, parques, verbenas, fiestas patronales, recordemos
por supuesto los cines; todas eran actividades al aire libre y compartidas.
Incluso la llegada de la radio poco cambio el acto colectivo de la distracción.
Permitía a miles o millones de personas compartir el chiste, al mismo momento
(el poeta T.S Elliot hizo la referencia pero a la tv) pero él agregó “y aún
sentirse solo”. Sin embargo, es importante resaltarlo, porque el hecho
tecnológico no reparó, simuló o reemplazó la necesidad de la comunión personal.
Inter homines sumus (o algo así)
Sin embargo, este acelerado cambio tecnológico, al hacer
borrosa la frontera entre entretenimiento e información, también cambió
profundamente características sociales y comunitarias del país. Transformó el
imaginario cultural y social. Y aún lo está haciendo Frente al televisor o
computador, navegando en internet, comunicándose a través de mensajes de texto
por medio del teléfono celular, pero solos, desmembrados, individualizados.
Estos nuevos “aparejos” (disculpen la palabra pero es lo más parecido, en
sonido, a equipos de navegación) además de requerir de poco esfuerzo mental,
sobretodo la tv en donde existe muy poco sorpresa, definitivamente reducen el
compromiso de participación comunitario.
- Compiten con el tiempo de esparcimiento
- Privatizan el tiempo de ocio, originando letargo y
pasividad
- Tienen efectos psicológicos que inhiben participación
social
- Contenidos de ciertos programas de televisión socavan
movilización y participación comunitaria
La consecuencia más significativa de la revolución tecnológica
es que nos ha encerrado en casa. Pero estas redes electrónicas y satelitales,
no sólo tornan próximos y presentes acontecimientos separados por husos
horarios, sino que inscriben, diseminan y consolidan referencias culturales
(artistas – ¿existe otro cantante en Guatemala que no sea Arjona?- , ídolos
deportivos, diseñadores de moda, programas de tv, películas, el consumo como
valor universal, etc). Pero peor aún naturalizan el hecho comercial, marcas y
productos como nuestras y la mayoría de ellas sin orígenes claramente definidos
(Coca Cola, Microsoft, General Electric, Disney, Toyota, entre tantas otras)
Todo esto genera una memoria colectiva ajena, pero incluso defendida por muchos
de nosotros. Los roles en los que nos colocamos y la forma en que los otros nos
miran no son hechos en casa, manualmente, por inspiración de una comunidad. Son
productos de un complejo sistema industrial y de marketing, mercadeo.
Imaginen, con la adquisición de Marvel Comic, Disney
Corporation controla sobre el 80% del imaginario cultural infantil. Según Denis
de Moraes, comunicólogo brasileño, diariamente 150 horas de dibujos animados,
series y películas son emitidas en Brasil por canales de televisión por
suscripción. Cinco corporaciones Estadounidenses (Disney, Time Warner, News
Corp, Viacom y Discovery) y la expresión del profesor George Gerbner cobra
mucho más fuerza: “…Por primera vez en la historia de la humanidad, la mayor
parte de las historias sobre los hombres, la vida, lo valores, no son contados
por los padres, escuelas, iglesias o por miembros de la comunidad que tengan
algo que decir, sino por un grupo de socios distantes que tienen algo para
vender.”
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